viernes, 30 de septiembre de 2011

Incertidumbre


Ayer soñé que corría,
corría por un sendero
desconcertado de toda forma,
no podría decir a donde
o el por qué,
pero corría y no podía dejar de correr…

ayer soñé que gritaba,
que gritaba con toda el alma,
sin tener a quien
no había nada que me impulsara,
pero yo gritaba

ayer soñé que caía,
caía rodeado de sombras,
en un abismo gigante
sin luces, sin colores,
caía… y seguía cayendo

ayer soñé que sufría,
que todo el cuerpo dolía,
la angustia y el desconcierto
se fundían en mi ser,
y una vez más no sabía por  qué

Ahora ya no sueño
por fin estoy despierto.


Pero tengo unas ganas enormes
de correr,  gritar, caer,
y sigo sin tener certeza del porqué.


Radha Soami Sánchez Sánchez.

martes, 20 de septiembre de 2011

Noche de insomnio


Me despierto
con dolor de músculos,
por no haber alcanzado a descansar,
con los parpados de hierro,
pesados e hinchados,
por falta de descanso.
...


¿Qué hice durante el día?
No lo sé,
solo sé que estoy harto,
las piernas me duelen,
por haber caminado tanto,
sin rumbo, sin sentido.

De pronto en un instante difícil de fijar
¡La noche!
llega una vez más.

Sombras y ruidos nocturnos,
que alimentan mis pesadillas,
y me mantienen sin poder conciliar el sueño,
pese al cansancio acumulado
por la vida extenuante.

Una inminente amenaza,
crece y avanza
por fuera de mis cuatro paredes,
el terror que se propaga

La histeria y el desconsuelo
de las almas en pena,
que vagan por la calle,
llorando, gimiendo,
gritándole a los habitantes
de esta inmensa ciudad,
su inminente destino,
de sangre, de muerte, de hambre.

Las dos de la mañana,
me es imposible concebir el sueño,
por más que lo suplico
no llega el encantamiento de Morfeo.

¿Cómo dormir cuando la muerte merodea?
¿Cómo dormir cuando fétidos pensamientos
pasean en mi cabeza?

El sabor de la hiel en la boca
por la rabia acumulada,
me impide tragar saliva
e invocar la calma.

El cansancio rezagado
por los días de trabajo,
lo hacen a uno removerse en la cama,
no pensar por momentos en nada
y cuando al fin
parece que estas a punto de caer seducido
por el canto de un grillo…

¡Esos ojos iracundos,
que exigen sangre y guerra!
para saciar su sed
y mantener
sus gobiernos dirigidos
por cerebros repletos de mierda

Ojos que te obligan a levantarte de la cama,
con el corazón muy agitado,
con temperatura y los nervios crispados,
con el rostro
-¡todo el!-
inmerso de un gesto de terror.

Cuatro de la madrugada;
en la casa de al lado
el obrero ya se ha levantado,
tiene que checar a las siete de la mañana,
hace dos horas de camino,
debe lavarse,
disque desayunar
y largarse a trabajar.

Escucho el correr del agua mientras se lava
puedo oírlo mientras le dice algo a su “vieja”
parece ser que le pide el mendigo un pedazo de pan,
que come todos los días antes de partir a laborar.

Ella habla vagamente, sin ánimos,
sobre los tiempos sagrados,
de la necesidad de consagrar
el cuerpo con ayuno.

¿Cómo decirle que uno de sus hijos se enfermo?
¿Cómo hablarle sinceramente?
¿Cómo decirle que se acabo el “gasto”,
que no ha quedado ni un centavo?

El rezonga un poco,
y aunque intuye
perfectamente lo que sucede,
sale de su casa sin comer
enfurecido.

Quisiera matarlos a todos,
a todos los que lo rodean
a quienes lo someten y oprimen,
a quienes lo dejan reducido a una bestia,
a una función,
a un engrane.

Embrutecido tratando de negar su realidad
esta noche volverá a ahogar su ira,
esta noche volverá a mutilar sus sentidos
en medio de dolorosos alaridos
provocados por una mezcla de alcohol
con las largas jornadas sin caudal.

El obrero por fin ha partido,
otra vez no se escucha
ni el menor ruido…

Continúo con mis pensamientos.

Seis de la mañana,
desde que salió el obrero
no he podido hacer otra cosa,
más que tratar de eludir mis ideas,
me atormentan de manera gigantesca,
solo veo pasar enormes siluetas,
solo puedo escuchar
estruendosos sonidos
voces de dolor y gritos,
espectrales sombras,
que me hostigan y aterrorizan,
no puedo cerrar los ojos,
no puedo relajar el cuerpo.

¡Siempre alerta!
ante el menor ruido,
ante el menor movimiento.

Siete de la mañana,
ha salido el sol,
es momento de bañarse e ir a trabajar…
me incorporo de la cama, con dolor de músculos,
por no haber alcanzado a descansar,
con los parpados de hierro,
pesados, hinchados,
por falta de descanso…


Radha Soami Sánchez Sánchez

Mujer etérea.


Mujer etérea
mujer de cristal
que se desvanece
y resplandece
por igual.

Hembra septentrional
guías nuestros pasos
cual estrella polar
iluminas de manera similar
el camino
y la vida
de quienes te vemos pasar.

Fémina de música
de compases al andar,
de bellas tonadas acústicas
cuando empiezas a hablar,
de trinos maravillosos,
de angelicales cantos gloriosos.

Es tu silencio
una lúgubre tonada,
que nos invade de tristeza
y de la vida ya no deseamos saber nada,
si no es estar dispuesto a morir
si con eso, tu corazón obtiene calma

Musa ignota
Desconocida
Etérea

Un día te pregunte
¿Cómo escribirle a un poema?

Y aun tambaleo
al esgrimir una respuesta

Al poema no se le escribe,
porque él surge del alma,
tiene vida propia
asciende a uno desde las entrañas,
hay que saborearlo
como al café de las mañanas,
o como al puré de papas.

El poema
es una fuerza superior
que nos rebasa
que no podemos contener
que no podemos comprender.

No tenemos otro remedio
más que terminar postrados
y ante tanta belleza
y quedar reducido
a la caricatura de uno mismo.

Pero al mismo tiempo
ser dichosos
de poder mirar,
comer,
saborear,
admirar,
y crear poesía,
no quedándonos como otros
contentos por escuchar
palabras bonitas.

Lo máximo que uno puede
pretender hacer,
es que resuenen
en los pechos de las doncellas
las palabras.

Para que tú,
ignota musa,
sujeto lacerante
de mis noches de insomnio
¿Demonio o diosa?

Surjas entre los renglones
de estas páginas acabadas

Te crees y te recrees
y adquieras rostro,
cuerpo,
vida.

Sal de una vez de mi cabeza,
ya no quiero seguir adorando
una imagen o un icono de piedra,
o tan solo el resplandor,
que surge del reflejo
de tu belleza.

Surge, emana,
como oasis maravilloso,
en este mar de ardiente arena
que significan mis penas.

Para que pueda estrecharte en mis brazos
sin temer por lo que suceda.


Radha Soami Sánchez Sánchez

lunes, 12 de septiembre de 2011

Reliquias,


Me gusta comprar libros viejos, cada uno tiene su historia, si eres bueno observando, si sabes leer de verdad, tienes entonces la facultad de poderla escuchar; es que los libros son celosos en cuanto se refiere a esos misterios, a esas anécdotas… de aquellos momentos.

Tardes soleadas en un parque o en un café con el bullicio de la calle, u ocasos húmedos y nublados en la comodidad de la casa. Momentos de intimidad o de completa apertura, de catarsis, de amor, también de furia; todo esto lo narran en sus hojas. Los simples y agiles dedos de otra persona que los recorrieron hasta el más mínimo intersticio, ojos excitados o llenos de estupor.

En ocasiones sus antiguos dueños dejan clara muestra de su existencia, una hoja doblada, o subrayada, anotaciones que en ocasiones son inentendibles, incoherentes, que no tiene relación alguna con el tema… como por ejemplo aquella ágil, breve y graciosa anotación que contrasta con el reto de notas graves e incluso toscas. “27 48 54 2” veintisiete, cuarenta y ocho, cincuenta y cuatro, dos. ¿Qué relación podría guardar con todo lo demás? Ahí abandonada, sola, justo al final del libro, después de la bibliografía y las anotaciones del autor.

¿A qué acontecerá ese pequeño mensaje? Que era guardado celosamente por el libro en su intimidad.

Quizás el texto le pertenecía a un chico, joven, alto, no muy guapo, pero sin duda alguna simpático. Iba al trabajo y en medio del alboroto de transporte público de la ciudad de México, se encontró con aquella chica que se dirigía a la escuela.

Ella de tez morena, esbelta, con una sonrisa perfecta, una réplica original y grandiosa de la mujer latinoamericana, que se levantan orgullosas pese a la patria subdesarrollada. Sus ojos, ¡vaya con sus ojos!, poseen una mirada cansada, pero no por falta de vida o de ganas, en sus ojos se refleja la vista de una niña cansada por las pocas horas de sueño, por observar siempre la misma farsa, asaltos, asesinatos, miseria, hambre, pobreza… son el pan suyo de cada día; pero al mismo tiempo reflejan, la convicción de que existe gente buena, que no todo es una gigantesca mierda, aunque su entorno se divierte contradiciéndola, ella re afirma su creencia ostentando ese rostro sonriente que resiste las penas.

Él se acerca, se aproxima, le pide su nombre, ella se lo da. Él esta hirviendo de vergüenza pero sigue en su cuestionario igual. Se habla de temas diversos, del tiempo, del tráfico, de lo estresante que llega a ser la vida y la ciudad, aunque muy en el fondo ninguno quiere llegar.

Con la misma sonrisa ya antes descrita, ella le dice que en poco tiempo tiene que bajar, sin más en la cabeza él se sincera, le menciona que es una mujer hermosa, que si tiene tiempo, un día cualquiera podrían quedar salir y quedar, él no se quiere morir sin antes tener la oportunidad, de perderse en sus brazos y si no se vuelve a encontrar ¡qué más da!

Ella un tanto sorprendida por aquella falta de inhibición y de lo que pareciera una completa demostración de sinceridad, le pregunta simplemente ¿tienes donde apuntar?

Él le extiende su libro y un bolígrafo, para que ella escriba justo al final de ese texto de Karl Marx…

Y sinceramente creo que no pudo existir un mejor lugar.

¿Qué les habrá deparado el pasado?



Radha Soami Sánchez Sánchez.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Insomnio


Me encuentro en una encrucijada,
dormir y quedar abandonado
al terreno de lo desconocido
o permanecer despierto y sereno.

Opuestos difíciles de conciliar
ingresar en un mundo de fantasía
o permanecer con tu imagen
en mi cerebro, en mi cabeza,
con plena facultad para recordarte,
en cada instante.

Antes de salir al encuentro
de mi gran amigo Morfeo
de poder regocijarme
en un lindo y profundo sueño
deseo poseer tu imagen
un instante mas
en mi mente…
en mi cuerpo…
¡es por ello!
¡Esta es la razón
del insomnio que poseo!


Radha Soami Sánchez Sánchez

Anónimo conocido


No puedo reconocer
al sujeto que yace ahí,
parado frete a este espejo
como lo hizo ayer

no sé donde se encuentre,
no sé donde estará,
no logro encontrarlo,
¿dónde andará?

se perdió… ¿pero donde lo hizo?
dentro de la vida,
en el laberinto del amor,
en el recodo de una calle,
en una bifurcación,

no lo sé, no puedo saberlo
es imposible encontrar,
una huella de ese pasado,
que ahora parece siniestro,

aquí mirando este cristal
examinando fijamente,
esos ojos tristes,
esa sonrisa hipócrita,
ese mentón,
esa boca,
tan conocidos,
tan parecidos,
pero distintos…

las actitudes extranjeras,
los pensamientos de otra era,
no se encuentra,
no me encuentro,
de mi no existe ya ni una huella,

he perdido mi antigua presentación
¿dónde habrá sucedido
en que lugar?

no lo sé…
quien puede saberlo
¿Quién me puede ayudar?

Radha Soami Sánchez Sánchez

Herida sobre herida (tuyas y mías).

Título: Herida sobre herida (tuyas y mías). Autor: Radha Sánchez. La Ciudad de México, también puede recorrerse como heridas...