martes, 30 de octubre de 2012

Heridas


Heridas.

"No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida."
Miguel Hernández.

Aun no nacía
y ya tenía,
el corazón
lleno de heridas.

Rio Blanco,
Cananea,
La Coprera,
y Chilpancingo
de mil novecientos setenta…

Todas ellas dolorosas,
todas ellas funestas…
pero ninguna tan grande,
profunda y negra,
como la oscura noche
del dos de octubre
de mil novecientos sesenta y ocho.

¡El asesinato!

La vorágine de la muerte,
la ignominia preservada
en el rostro del edificio Chihuahua,
de aquel “día soleado”
tan amablemente anunciado…
y de aquella noche tan amarga

¡Tierra y cielo
Tres Culturas completas!

Son testigos presenciales
del terror exacerbado,
del Terrorismo de Estado
Mudos testigos
de sangre y cemento.

¿Quién derramo la vida?
¿Quién acabo la sangre?
¿Quién mancillo la alegría?
¿Quién nos heredó esta agonía?

Sabemos de antemano el nombre
y el color de los culpables,
lo tenemos en la lengua,
nos quema la carne,
lo gritan las plazas y las calles;
pero el miedo aconseja
no hacer más alardes,
permanecer callado
recordando aquel “día soleado”.
Nos envenena, nos mata
no verlos en la cárcel,
y encontrarlos sonriendo
siendo su rostro el del cinismo.

¡Patriótico color de asesinos!
¡Olympico batallón de cobardes!
¡Envilecido ejercito de descomunicantes!

Quisieron terminar con una generación de valientes,
ahogar entre la ignominia, los gritos de justicia y hambre.
Acabar con el León de la inconformidad,
quitarle sus más afilados dientes…
colmillos feroces que exigen libertad.

A tantos años de esta funesta afrenta.

El sesenta y ocho no se olvida
el sesenta y ocho no se perdona
el sesenta y ocho sigue con vida
en tu persona y en mi persona.

¡Yace vivo, palpitante!...
y “Ellos”, los “Nosotros” de ahora,
seguimos sin la facultad
de poder o querernos callar.

¡Aquí yace la boca centellante
que se torna inmensamente grande!

¡Aquí yace imposible de abarcar!
¡Aquí! Entre nosotros
¡Aquí! Con sufrimientos y gozos

Por qué aquí se encuentra abierta la herida,
que como dijo el ruiseñor de calamidades,
aquel que decidió camuflarse en hombre-poeta,
“No hay extensión más grande que mi herida,
… y siento más tu muerte que mi vida”

Hemos llorado muchos años
y continuaremos haciéndolo varios siglos,
hemos luchado muchos años
y continuaremos haciéndolo
hasta encontrar del crimen un castigo.

¡Pues la patria no perdona ni olvida
el asesinato de sus hijos!



Radha Soami Sánchez Sánchez.

sábado, 27 de octubre de 2012

Muerto al llegar.

Muerto al llegar.


Así llegó,
así vivió,
así estuvo y se mantuvo,
así…
¡Muerto!

Llego a este mundo envuelto en un féretro,
hecho de prejuicios, modales y gestos.

Con el velo de muerte,
con su semblante ausente

Sus ojos inexpresivos se incendiaban a veces;
por amor, odio, amistad, ira, enojo,
con deseos, ansias, preocupación, histeria;
incendio efímero,
parecido al temblor de un cuerpo
que yace tendido.

Muerte perpetuada
en una vida enajenada…
Ajeno a sí mismo

Se entregó en varias ocasiones
a un asesino Dios omnipotente,
en teoría “todo pudiente”, omnipresente
pero inútil siempre.
Un Dios que se divierte deformando
su patético cuerpo
(arremedo de humano)
a base de misas, rituales, diezmos y cantos.

Insomnio tras insomnio,
ha sido arrebatado de todo sueño,
condenado a morir
en las noches de tonadas lúgubres,
en las tranquilas noches de la muerte,
en los ajetreados días de estertor,
en los días de agonía y dolor.

Cuando llegó a este mundo
se encontraba muerto

Fue su madre quien colocó el primer clavo a su ataúd,
y desde su niñez primera
su oficio no fue otro sino el de calavera.

La muerte es todo lo que él conoció,
por ello gozaba reírse de la vida
y desdeñarla como algo secundario.

Odiaba hasta la demencia
a los pocos que caminan
gritándole a la vida
para hacerse presentes.
Con sonrisas en los labios,
con sueños en la mano.

Sus muertas neuronas exigían:
¡Castigo ejemplar!
A la vida que obstinada
se niega a dejarse matar.

En algunas ocasiones la vida toco a su puerta,
le quitaron el trabajo de forma injusta y funesta.
¡Tuvo la oportunidad de gritar!
de salir a la calle y hacerse presente
de ser hombre, de ser mujer,
de afirmarse por sus actos como un sujeto,
como un ser viviente, pensante, actuante…
demostrar que no era tan solo
una pieza…
un engranaje más

No fue así,
prefirió quedarse callado
y morir…
Cuando la muerte yace
tan intrínsecamente pegada a la carne
resulta casi imposible zafarse.

Murió durante diez, veinte, treinta
setenta años,
murió día y noche
murió sin tregua ni descanso.

Nada se pudo hacer
estaba muerto al nacer.
No se dejó ayudar
estaba muerto al llegar



Radha Soami Sánchez Sánchez.

Herida sobre herida (tuyas y mías).

Título: Herida sobre herida (tuyas y mías). Autor: Radha Sánchez. La Ciudad de México, también puede recorrerse como heridas...