jueves, 12 de noviembre de 2015

Ayotzinapa.

Ayotzinapa.

¡Allí no hubo edificio Chihuahua!

No hubo templos,
ni testigos de piedra,
ni una plaza
para convocarlos y convocarnos,
para llorarlos y extrañarlos
para sentirlos y reivindicarlos.

No hubo departamentos para refugiarse
ni la posibilidad de que los resguardara en su casa la gente
ni sitio a donde correr o esconderse.

La masacre y el terror
desatados desde la cúpula del gobierno,
primero avanzó como discurso de odio.

Luego dejó de ser sólo discurso,
el odio clasista y racista subió
desde estómagos muy bien alimentados.
Con fuego y plomo se hizo presente
para herir la carne
y regar la sangre,
Para asesinar los sueños,
y callar a los necios.

¡Allí no hubo bengala cayendo del cielo!

Que avisara la catástrofe,
que previniera a las víctimas,
que anticipara la orden fatídica.

Fueron seis las victimas mortales,
fueron seis los asesinados ese día.

Se obstinan las empresas mediáticas
en decirnos y repetirnos
que fueron seis personas las asesinadas.
Se obstinan en decirnos y repetirnos
que los desaparecidos son otros,
que no fuimos nosotros,
que se encontraban allá lejos
que eran “gente del campo”
o “gente de la sierra”
estudiantes extraviados de antemano
en rincón lejano del mundo,
en un extraño paraje
compuesto por miseria y hambre.

¿Pero cómo podrían ser otros
si son nuestros hermanos,
nuestros amigos,
nuestro pueblo querido?

Los muertos son también nuestros,
los desparecidos nos faltan a todos.


¡VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!


Radha Soami Sánchez Sánchez.

México D.F. 24 de octubre 2014.

Dato Histórico.

El 
machismo
en
cualquier
relación
comenzó
en la
conquista.

Radha Soami Sánchez Sánchez. 

Salud...

A fuera de un hospital. (De cualquier hospital para el pueblo en México).

La sala de urgencias abarrotada, parece que es el día predilecto para enfermarse. Una persona cualquiera, no familiarizada con el ambiente en los hospitales (evidentemente un hospital ubicado dentro de los cinturones de miseria), no podría creer la cantidad de enfermos, accidentados y mujeres en labores de parto.
Sin embargo, la cantidad no es lo único impactante, afuera, el ruido se parece al de una verbena, si la familia tiene suerte los niños están gritando y jugando con sus efímeros amigos de un día (o una noche).
Las señoras y señores se juntan para platicar:
-¿Y usted a quien trajo?
-¡Ahhh!
-¡No me diga!
-¿Está muy mal?
-¡Primero Dios se va a curar!
Y viceversa, casi todos los diálogos entre desconocidos que comparten preocupaciones y penas son los mismos.
El Taxista, insensible a los dolores de los demás, escucha cumbias o salsas, fuma, bromea, lanza una que otra carcajada, mientras espera como buitre que el edificio le escupa algún cliente, ya sea por el olvido de los papeles del enfermo "pa que lo puedan atender", o por el asomo de salud procurada por los precarios y rudimentarios remedios, de los carniceros que algún insensato llamó médicos.
Una pareja empieza a discutir por algún pleito doméstico inconcluso, dinero, estrés, cansancio, impotencia o cualquier cosa. Llega la violencia:
Ella -¡A mí no me tocas pendejo!
Él -¡Pues vas y chingas a tu madre! (Empiezan a llorar algunos infantes).
El Valiente -¡No la empujes hijo de puta!
Histérica -¿Qué les pasa? ¡¡¡Esto es un hospital!!!
Ella -¡No se meta, esto es de dos!
El Valiente, ahora transformado por ella en Metiche -¡Pues pa pronto a chingar a su madre los dos!
Él- ¡Órele hijo de la...! Vuelan los golpes. Salen a escena, más Histéricos e Histéricas…
Unas luces rojas y azules alumbran las paredes, suben los gritos, crecen los reclamos. Los Envalentonados por la presencia de las luces, hacen como si quisieran parar la bronca. Llegan los pitufos con su cantaleta, como si la riña no fuera evidente realizan la pregunta del imbécil: ¿Cuál es el problema?
Una pareja de indigentes hacen nido fingiendo malestares, hoy el choro lo tira ella:
"Estoy enferma, bien enferma, no sabe lo mal que estoy. Vengo de otro hospital, allá me hicieron biopsias y análisis de todo ¡Y en todo salgo mal! Necesito que me internen, que me den una cama ¡Pero que pase mi marido porque él me ayuda! Sin él no puedo caminar… en el otro hospital perdieron mi expediente..."
Y así, quien sabe cómo, consigue una silla de ruedas. Mientras, pacientes que apenas pueden sostenerse, esperan de pie o son obligados a caminar. ¡Extraño fenómeno el del hospital-miseria! Donde el enfermo espera en tortura durante 5 horas o más, y el indigente es escuchado para la "diversión" de médicos, enfermeras y camilleros.
Así transita el día, mañana, tarde y noche. Así transitan los días… las mañanas… las tardes… las noches… lenta, muy lentamente.
Si los médicos se aplicaron e hicieron su tarea, el viacrucis dura unos días, unas horas, cambiando cada tanto los actores pero no los personajes. Siempre está el Pillo, ya sea el Rata Profesional (por vocación), o el que disfrazado de Taxista, Vendedor, o Simple Charlatán se ha especializado en el arte de la indiferencia y la indolencia. Todos ellos asumen cada tanto, el rol del Patán sin Corazón; rufián que ve la desesperación de un ama de casa proletaria, que no completa (nunca completa) por unos cuantos pesos para el medicamento, los pañales, el agua, el suero, lo que sea… y como el boxeador que sabe dónde golpear para dañar más, arroja palabras sin reflexionar –Pues si quiere Seño, yo no la obligó a que me compre, ni puse malo a su enfermo, ya uste’ sabe si prefiere quedarse unos pesos o que se componga su pariente.
¡Hijo de puta! –Le grita sin voz, sin ojos, sin rostro -¡Hijo de puta! ¡Que se pudran tú y toda tu estirpe! ¡Que se pudran una y mil veces! ¡Que se pudran al menos, de aquí al infinito, de aquí al fin de los tiempos!
Y así, sin decir nada (pues el pueblo siempre lo piensa y rara vez lo expresa), se va caminando como todos; cansada.
Es ahí, en ese momento, cuando las piernas le flaquean. Como pidiendo disculpas y consideración, comienza otra letanía –Disculpe que lo interrumpa señor, tengo a mi familiar enfermo, ahorita está internado... no me alcanza el dinero, tengo que comprar (busca el nombre entre papales) … (no encuentra, sigue buscando) ¡Esto! Pero cuesta mucho ¡70 pesos! No sé si me puede ayudar…- Y sale, siempre sale, la solidaridad –no se preocupe jefe/jefa tenga esto no puedo darle más (en el pensamiento: siga pidiendo, todos hemos pedido, ya va a completar).
El reloj sigue su curso y la vida sigue pasando; en medio de las riñas, cumbias, conversaciones de ánimo, Histéricos, Histéricas, Azules-cara-de-asco-hastío-cansancio y vendedores ambulantes; siempre hay vendedores ambulantes, es quizás un rasgo distintivo de un ambiente popular, adentro; los intoxicados, afuera; los grasosos tacos de guisado.
¡Sale una bocina! Anuncia que se regala pan, atole o café. Los famélicos, estresados y cansados rostros de los familiares reciben la noticia con una mirada de asombro, un hombre pequeño y fuerte, que por sus manos y sus comentarios (sobre mezclas, lozas e ingenieros idiotas) no deja duda de ser albañil, dice a otro desconocido ¡Mejor en el hospital voy a cenar! Se asoma la sonrisa de quien entiende la situación. Reír es lo exacto, reír es lo correcto, reír es lo natural, pero no se ríe, solo sonríe y mueve la cabeza, que es una seña, quizás apenas un gesto, que no dice nada, pero uno sabe que todo lo entiende.
Una vez agotados los alimentos gratuitos, sale un orador improvisado –Dios te ama hermano, reflexiona y arrepiéntete de tus pecados, lo que hoy sufren tú y tu enfermo, no es sino una prueba del Señor para enseñarte a ser humilde, para que valores la vida que él te dio… ponte en sus manos, que se haga su voluntad. Lo que comienza como un discurso de reflexión y esperanza rápidamente evoluciona a uno del miedo y el odio –Los que no amén a Dios tendrán un suplicio que no puede compararse con el dolor terrenal, porque el Señor es grande y justo con los suyos, pero terrible con los que niegan de él.
Las palabras que llegan como terribles sentencias, se interrumpen por una guitarra, que ayuda cantar alabanzas... Aparece una camioneta con más panes, atole y café, más incautados se acercan buscando saciar el hambre acumulada y quedan, como insectos en una telaraña, prisioneros del iracundo discurso del predicador, sin poder alejarse del balbuceo atroz, ya comprometidos por haber comido.
Un Desesperado, masculino o femenino, recibe consuelo de un Inepto. -¡No se preocupe! Es más fácil que se les muera una persona en el otro Hospital-miseria que acá- El Desesperado mueve la cabeza, sabiendo que la intención es buena, aunque la ejecución desastrosa.
Todo parece surrealista... nada de esto puede ser real (como quisiera que nada fuera real).
Cualquier crítico literario alejado de este momento dirá, “Un vano y estúpido intento de escribir realismo mágico… el autor carece de imaginación, ha inventado una absurda y ridícula situación".


Radha Soami Sánchez Sánchez

Herida sobre herida (tuyas y mías).

Título: Herida sobre herida (tuyas y mías). Autor: Radha Sánchez. La Ciudad de México, también puede recorrerse como heridas...