martes, 20 de septiembre de 2011

Noche de insomnio


Me despierto
con dolor de músculos,
por no haber alcanzado a descansar,
con los parpados de hierro,
pesados e hinchados,
por falta de descanso.
...


¿Qué hice durante el día?
No lo sé,
solo sé que estoy harto,
las piernas me duelen,
por haber caminado tanto,
sin rumbo, sin sentido.

De pronto en un instante difícil de fijar
¡La noche!
llega una vez más.

Sombras y ruidos nocturnos,
que alimentan mis pesadillas,
y me mantienen sin poder conciliar el sueño,
pese al cansancio acumulado
por la vida extenuante.

Una inminente amenaza,
crece y avanza
por fuera de mis cuatro paredes,
el terror que se propaga

La histeria y el desconsuelo
de las almas en pena,
que vagan por la calle,
llorando, gimiendo,
gritándole a los habitantes
de esta inmensa ciudad,
su inminente destino,
de sangre, de muerte, de hambre.

Las dos de la mañana,
me es imposible concebir el sueño,
por más que lo suplico
no llega el encantamiento de Morfeo.

¿Cómo dormir cuando la muerte merodea?
¿Cómo dormir cuando fétidos pensamientos
pasean en mi cabeza?

El sabor de la hiel en la boca
por la rabia acumulada,
me impide tragar saliva
e invocar la calma.

El cansancio rezagado
por los días de trabajo,
lo hacen a uno removerse en la cama,
no pensar por momentos en nada
y cuando al fin
parece que estas a punto de caer seducido
por el canto de un grillo…

¡Esos ojos iracundos,
que exigen sangre y guerra!
para saciar su sed
y mantener
sus gobiernos dirigidos
por cerebros repletos de mierda

Ojos que te obligan a levantarte de la cama,
con el corazón muy agitado,
con temperatura y los nervios crispados,
con el rostro
-¡todo el!-
inmerso de un gesto de terror.

Cuatro de la madrugada;
en la casa de al lado
el obrero ya se ha levantado,
tiene que checar a las siete de la mañana,
hace dos horas de camino,
debe lavarse,
disque desayunar
y largarse a trabajar.

Escucho el correr del agua mientras se lava
puedo oírlo mientras le dice algo a su “vieja”
parece ser que le pide el mendigo un pedazo de pan,
que come todos los días antes de partir a laborar.

Ella habla vagamente, sin ánimos,
sobre los tiempos sagrados,
de la necesidad de consagrar
el cuerpo con ayuno.

¿Cómo decirle que uno de sus hijos se enfermo?
¿Cómo hablarle sinceramente?
¿Cómo decirle que se acabo el “gasto”,
que no ha quedado ni un centavo?

El rezonga un poco,
y aunque intuye
perfectamente lo que sucede,
sale de su casa sin comer
enfurecido.

Quisiera matarlos a todos,
a todos los que lo rodean
a quienes lo someten y oprimen,
a quienes lo dejan reducido a una bestia,
a una función,
a un engrane.

Embrutecido tratando de negar su realidad
esta noche volverá a ahogar su ira,
esta noche volverá a mutilar sus sentidos
en medio de dolorosos alaridos
provocados por una mezcla de alcohol
con las largas jornadas sin caudal.

El obrero por fin ha partido,
otra vez no se escucha
ni el menor ruido…

Continúo con mis pensamientos.

Seis de la mañana,
desde que salió el obrero
no he podido hacer otra cosa,
más que tratar de eludir mis ideas,
me atormentan de manera gigantesca,
solo veo pasar enormes siluetas,
solo puedo escuchar
estruendosos sonidos
voces de dolor y gritos,
espectrales sombras,
que me hostigan y aterrorizan,
no puedo cerrar los ojos,
no puedo relajar el cuerpo.

¡Siempre alerta!
ante el menor ruido,
ante el menor movimiento.

Siete de la mañana,
ha salido el sol,
es momento de bañarse e ir a trabajar…
me incorporo de la cama, con dolor de músculos,
por no haber alcanzado a descansar,
con los parpados de hierro,
pesados, hinchados,
por falta de descanso…


Radha Soami Sánchez Sánchez

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